Claudia comenta “llegué a la repostería porque estudié cocina, específicamente Gastronomía, oficio en el que he trabajado haciendo todo tipo de platos… mi deseo es emprender, porque así manejo mi tiempo y me puedo dedicar al cuidado de mi hijo”. La condición de su hijo le impide trabajar de manera formal, ella necesita estar para él y atenderlo. Su sueño es habilitar un local en su casa y comenzar vendiendo dulces, pasteles, tortas, para luego incursionar en el pan y otro tipo de masas y quizás abrirse a la posibilidad de asociarse con una compañera de gastronomía con el fin de dividirse los gastos. Por otra parte destaca su experiencia en el curso, rescata los nuevos conocimientos y la motivación para atreverse «a veces pienso mucho y el curso me impulsó a dar el paso«.

Sandra Araya, cuidadora de su hijo de 15 años, viven en Chillán Viejo y es una vendedora por naturaleza “antes de que naciera mi hijo siempre vendía cosas: ropa, plásticos, lo que se me ocurría, y yo fiaba, entonces salía constantemente para cobrar y comprar nuevos productos para vender, y me iba bien, pero al nacer mi hijo con una condición de discapacidad debí dejar esa actividad y dedicarme por completo a él”. Hoy reconoce sentirse cansada “es mucha la presión de trabajar vendiendo los días viernes y fines de semana” así que solo vende productos a pedido a sus vecinos, amigos y familia. Le gusta trabajar sola porque puede organizar sus horarios en relación a las necesidades de su hijo, “aunque he tenido ayudantes en mi casa para el 18, he trabajado hasta con 5 personas”.  Hubo un tiempo “en el que me fue muy bien por eso pienso que mi negocio podría rendir mucho más”. Siempre está abastecida, sus productos son artesanales “como los de la receta de la abuela”, por eso tiene clientes estables que la han seguido por mucho tiempo.  Su emprendimiento se llama  «Amasandra» en Facebook; https://web.facebook.com/Amasandra1182/?locale=es_LA&_rdc=1&_rdr  y en Instagram es sandra araya_70:  https://www.instagram.com/sandra_araya70/?igshid=ZDdkNTZiNTM%3D